Soy investigador de Afganistán, y mi trabajo ha sido moldeado por la experiencia de vivir y trabajar en una zona de guerra. Colaborando con producciones cinematográficas chilenas y españolas en Afganistán, me he centrado en documentar las dimensiones sociales y humanas del conflicto: cómo las personas se adaptan, resisten y preservan su dignidad frente a la inestabilidad.
Mi papel ha sido, a menudo, el de tender puentes entre distintos mundos: traduciendo no solo el lenguaje, sino también la cultura, la emoción y el contexto. Trabajar junto a equipos internacionales me enseñó que la investigación en zonas de conflicto consiste tanto en escuchar como en observar — en ganarse la confianza y representar las experiencias con honestidad y respeto.
Zona de guerra/Afghanistan
Los talibanes tienen nuevo líder y han optado por una figura de un perfil más religioso que militar. Hebatulá Ajundzada tendría entre 45 y 50 años y es natural de Kandahar, el auténtico bastión del movimiento en el sur de Afganistán. En los últimos años ha sido el responsable de la mayoría de fatuas (edictos religiosos) promulgadas por los talibanes en el país y los expertos consideran que con su designación, aprobada por unanimidad en la shura (consejo), servirá para reforzar la unidad de un grupo que había sufrido divisiones internas durante el mandato de Ajtar Mansur, quien durante 2 años ocultó la muerte del mulá Omar y mandó en su nombre. Esto sentó mal entre algunos comandantes que llegaron incluso a alzarse en armas.
Ajundzada, miembro de la tribu Noorzai, una de las más importantes de Kandahar, es uno de los históricos de la jerarquía talibán desde la época del mulá Omar y, según un informe de Naciones Unidas, ocupó el cargo de lo que podría equivaler al ministro de Justicia hasta el colapso del régimen talibán en 2001, tras la invasión de Estados Unidos. Se espera que siga con la línea firme de oponerse a la negociación con el gobierno de Kabul mientras haya tropas extranjeras en el país.
Racismo y la amazonía
Los procesos de construcción de los Estado-nación latinoamericanos afincaron su esperanza de ser completamente “civilizados” a través, entre otras cosas, del blanqueamiento de su población. Parte de esto incluyó reconocerse como una nación mestiza en la que la idea de la mezcla de distintas poblaciones permitía avanzar hacia una fisionomía y un espíritu blanco. En ese sentido, el discurso estatal y dominante del mestizaje ha buscado desconocer de manera muy activa la presencia pasada y actual de poblaciones indígenas y afrocolombianas; y acentuar la herencia española. Así, olvidando toda la violencia ejercida y sin detenerse a pensar en las consecuencias de la historia colonial y de haber asumido como el proyecto post-independencia el modelo europeo de construcción de Estado-nación.
El racismo es producto en nuestro contexto del colonialismo. La raza fue un invento que permitió en este período histórico organizar las dinámicas del trabajo mundial para el beneficio de los “conquistadores” y para la consolidación del capitalismo. Permitió tener disponible mano de obra gratuita y explotable hasta los límites de lo inhumano; tener a disposición el placer sexual para los europeos a través de la violación de los cuerpos esclavizados; reproducir la mano de obra gratuita con la procreación de personas a ser esclavizadas sin consentimiento de las mujeres; y tener al servicio el trabajo de cuidado de esos seres privados de la libertad para el buen vivir de los europeos.